La sociedad de la nieve es una película que, aún larga, no se hace pesada. Desde el minuto uno, y aún conociendo el caso original, quedé completamente enganchada tanto por la cinematografía como por la actuación de los actores. El guión hace que sea imposible no empatizar con los personajes y preguntarte ¿sería yo capaz de sobrevivir tantos días bajo esas condiciones? ¿Sería de las que se arriesgan más o me quedaría bloqueada? Y, sobre todo, ¿hasta dónde sería capaz de llegar por sobrevivir? Estamos acostumbrados a que nos pregunten qué cosas nos llevaríamos a una isla desierta y qué personas querríamos de compañía, pero a mi siempre que me preguntan esto tengo una imagen mental de una isla que se parece más a Cancún que a la isla de El naufrago, con sus tumbonas y sus sombrillas. No obstante, nunca nos hemos planteado la posibilidad de estar en una zona desierta que no sea una isla desierta paradisíaca. Estamos tan acostumbrados a estar rodeados de personas allá donde vayamos que la idea de que estar a unos solos kilómetros de otros seres y aun así estar completamente incomunicados no nos cabe. Es por ello que me resulta tan fascinante como de la incomunicación con el resto de la humanidad, surge una pequeña sociedad que se desarrolla en torno a una situación y unas condiciones, estableciendo unos parámetros, ideales y costumbres.